Las cosas de Iván Federico

Átomo perdido en la llanura, que me nombró el poeta, nací sin querer y moriré sin poder evitarlo.

четверг, 6 января 2011 г.

Te lo dije.

Lucho contra el sueño
para dejarte aquí cuatro palabras despiertas
de lobo dormido.

Me gusta escribir con tu mano, apretarla, y dejarte la otra libre.
(Tu también escribes con mis dedos).

Te voy a cuidar como la primavera cuida a sus nuevas flores.
( Y también te voy a arrancar violentamente de ti).

Te quiero así, realmente surrealista, surrealmente tu. Javiatada contra todo.
(Lo que ya no tiene más sentido, o no recuerdas si lo tuvo).

Húndeme en ti. Cuanto más entremos, más cerca estarán los lobos.
(Voy a follarte de 995732985073485903748952073890 maneras).

Ese punto es Orión. El fin de la soledad.

I

Allí te espero.
Quizá no te has dado cuenta porque las grandes ciudades no poseen la capacidad de envolverte del manto de estrellas pero, desde que nos separamos, por las noches Orión vigila nuestra historia, flecha en mano, preparada a disparar por si se acerca el olvido, la cotidianeidad, la indiferencia. Orión reina nuestra leve ruptura, bueno, ruptura no, alejamiento, porque no se puede romper una montaña, tan sólo desprendérsele unas piedras. poca cosa. Orión, con su cinturón y su arco reinando las noches de nuestra soledad forzada. Esa que tu conoces tan bien como yo. Por eso veo Orión como esa señal brillante que señala la soledad en tu poema. Porque allí nos encontraremos. Se acabará tu soledad. Mi soledad. La soledad.

II

Tu, tan pequeñita en el mundo, granito minúsculo de arena para la galaxia, poca cosa (diría un agujero negro), casi nada (diría un planeta), minucia (diría una galaxia). Tú, tan así para ellos y para mí tan de otro modo. Tú has conquistado la protección de Orión. Tu, así, poca cosa, casi nada, minucia, mariposica, cosita chiquitita, rabito de nube.




III


Cerca de Orión brilla Sirio, Sirius, como la quieras llamar, brilla cerca alumbrando quizá una ruta. Como un poco una trampa. Una vía de escape. Es a Sirio, o Sirius, como la quieras llamar, mariposilla de Redón donde debes dirigir primero tus pasos. Esta estrella fue una vez una supernova. Vivió su explosión (cuando así Dios lo quiso, en tiempos de las primeras rotaciones) hace tanto o tan poco tiempo que es casi un niño (si miramos lo que TIEMPO quiere decir para la ciencia). Pero ese niño se ha fijado en nosotros. Ese niño, no otro, entre tanto Titan inalcanzable, no otro entre todos los astros, el niño más brillante se ha fijado en nosotros, el niño luciérnaga. Cual faro nos alumbra el camino a Orión. Destrozo de la soledad infame. Cual luna para el lobo de la estepa. Cual oasis al sediento en el desierto. Sirio, niño gigante, nos guía y ha de salvarnos.

IV y conclusión sin freno

Ya te digo, estás lejos, que pronto. Tú dices tarde. Yo pronto. Y digo pronto y lo envuelvo y lo regalo a la Diosa para que sea pronto y no tarde. Tu dices tarde y yo te suelto poemas sobre Sirio y refranes populares. Yo digo pronto y soy capaz de grabármelo en la frente eternamente para demostrarte mi intención. Tu dices tarde. Ya se verá quién gana la batalla.
Yo digo pronto y pavo real, tu dices tarde y yo te comprendo, mas vuelvo al pronto y me vuelvo a emprontar y tú te entardas y he ahí el misterio. Estamos en las mismas de siempre. El tiempo se pronuncia sobre el tiempo. Se autoproclama eterno o pasajero. Yo emprontado y tu entardado. Podría decirse que vamos a destiempo. Y es que vamos a destiempo. De hecho vamos a por el destiempo, el atiempo, el notiempo, el intiempo. Este invierno van a florecer las bocas. Vamos a traducir colores indescifrables para el ser humano, (ese que flota a nuestro alrededor sin vida). Y cuando pase, te juro por Orión, que vamos a violar con rabiamor a la primavera. No vamos a dejar ni un pétalo en las flores. Y vamos a ir juntos a comerlos. Como una gran familia.

вторник, 4 января 2011 г.

Cristinitis.

En crisis. Porque de la crisálida
no asoma tu cristalina crisma.

Crisantemo de luz cristiana,
mi voz, crisolada,
con crispados aullidos llama a tu cuerpo.

Restos de crisoprasa en tus cristales,
cristalinas esferas para esta primavera temprana.

La crisopeya iniciaste.
El cristofué, de bronce a oro, tornose.
Sus alas doradas abrió y, más allá de cristiandades,
cristianismos y cristianizaciones, voló.
Cristianísimo rey sin Francia de los cielos.

Aunque me creáis en el suelo, estoy en el crisuelo,
en la luz que despide su fuego, cristaloidea,
crismón en mano
en marcha militar por tus cristianos dominios.

La cristalografía de tu cuerpo y tu mente es caótica.
Formas imposibles sobre la crisuela derramas,
despacio, crisopacio,
o de manera urgente, cristianamente.

Ay, tus ojos, Cris... Crisolebiros.
Cómo me gusta que me miren con crispatura.
Como con un cristel amable me llega tu mirada al alma.


Las puertas prohibidas abres al jardín de las crisobalanáceas,
crisnejadas a mi piel desde que tu café y esas cristianas cosas.
Crispiras sobre mí, dibujando un mejor yo, con crisocolas.

Insólitos crisólitos nonatos me nacen en los ojos desde que existes.
Crisomélidos vuelan de la punta de mis dedos desde que existes.
La crista asoma este montón de piedra desde que existes.
Tras la cristalera soy un espejo desde que existes.
Tengo rictus de (anti)cristo desde que existes.
Estoy en el cristus desde que existes.
Cris, soy Iván desde que existes.

Te juro que no tengo intención de abandonar mi cristinitis,
enfermedad de la que pienso adolecer por mucho tiempo sin tiempo.