El fauno Juan Amapola se ha despertado debajo del viejo Olmo. Los pajarillos cantan, las nubes se levantan, que si, que no, no llueve. La nieve reina a lo lejos, en lo alto cual ojo inmenso de cuento fantástico. El Olmo habla a Juan -niño pequeño, has dormido toda la noche sobre mi Raiz amante, has soñado primero que eras mariposa azul de pintor simbolista, luego que jugabas en los campos de maiz y tras esto has tenido una pesadilla en la que eras soberano de un bosque en decadencia y despoblado- Juan sonríe, mirando una mosquita volar sobre una hormiga que lleva la comida que esta vez no comerá la cigarra- La cigarra se ha muerto de frío en la nieve, mamá- le dice el fauno Juan, de los Amapola, al viejo Olmo- la hormiga se ha muerto de exceso en la mina- continúa- mas, sin embargo, esta mosquita, mamá, reinará los aires, en un vuelo libre y espontaneo, hasta el momento de su muerte- terminó - que morirá por cierto sobre tu raiz amante.
-Entonces no morirá- le dice el viejo Olmo.
-Mamá- le pregunta Juan Amapola- ¿Por qué no puedo morir?
Y el Olmo sonríe en silencio, y de sus raices levantan el vuelo cuatro o cinco moscas, de nuevo. Juan Amapola huele la mañana. Huele a que se va, del Olmo al fin, a que le toca irse.
Jaume Sabartés como un fauno tocando el aulos- Pablo Picasso
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se asoman al espejo