No se por qué este viento, como un crío
entra y revuelve mi sentir paciente.
Y como un crío, sin miedo y muy valiente,
me dice que persista de lo mío,
que si abro mis ventanas entra frío.
Mas si cierro las puertas de mi mente
se que vendrá a mi estancia un frío indecente
que yo no quiero para mí y mi río.
Acabaré estos versos debiluchos.
He de reconocer que son sirocos
pateando mis ventanas como chuchos.
No reconoceré que estamos locos.
Que artistas del hablar siempre hubo muchos
y maestros del callar siempre muy pocos.
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se asoman al espejo