Las cosas de Iván Federico

Átomo perdido en la llanura, que me nombró el poeta, nací sin querer y moriré sin poder evitarlo.

понедельник, 10 января 2011 г.

Marino

Desde que el tiempo es tiempo soy marino.

Me gusta el mar, lo amo. Nos amamos. Nuestra relación es fructífera. Los dos ganamos. Cuando piso la tierra, cada vez que lo hago, mi paso suena a ausencia. Me siento infiel a cada paso. Es realmente un tormento. Sólo pienso en volver a la madera vieja del casco de mi barco moviéndose obscenamente sobre mi amante. Camino por las calles negras, grises, marrones, blancas muerto, qué palidez de tierra. Amante sucia e imperfecta. Cada pestañeo me devuelve una milésima de segundo al gran azul y espuma. Las prostitutas, esas gordas sedientas, me llaman, llevan colores verdes, perlas, las perlas me recuerdan al mar. Las prostitutas me recuerdan a la tierra. Esas sedentarias del vicio. Ellas si que están atrapadas entre cuatro esquinas. Y los muchachos, agrestes, gentiles, nobles, pervertidos, criminales, viciosos. Los muchachos también me recuerdan a la tierra. Cuando sacan su moneda perversa y la entregan a la gorda viciosa. Sólo veo un campo arado, abandonado arado, donde nada va a crecer. Llego a la Taberna del Mar. Lucio Spinetta me espera con gesto alegre. Algo quiere de mí o de mi barco. Ya me veo volviendo a mi romance. Buscando algún barco encallado que expoliar, tramando alguna pesca masiva de algún pez no muy legítimo de pescar. Mi mar... mi amor.... Lucio me despierta de mis pensamientos. Cuando me habla lo veo como un pez balbuciendo. Me dice glubglubglub blob blob. Digo que sí a todo, pido al tabernero una habitación y subo a dormir.

Mi sueño es una pesadilla, mi pesadilla es un mar seco. Toda la faz de la tierra llena de tierra seca. Ni un mal lago. Muchachos jóvenes, bellos, esbeltos, amables, deformes, horrendos, odiosos, y todas las putas gordas dan vueltas con sus ropas con olor a tierra y sus billetes con olor a tierra. Los barcos encallados van cayendo uno tras otro. Su chirrido es como mil llantos de bebé. Mi barco. Mi herramienta querida, mi extensión de mi sexo, con quien hago el amor con mi mar, está de lado y destrozado. De repente despierto. me descubro en la tierra. Me falta el movimiento, el arrullo, el tambaleo del mar. Hace años que no puedo dormir sobre suelo firme. La misma pesadilla me azota continuamente. Es tarde y Lucio me espera como un árbol plantado al pié de mi barco por la mañana. De fuera se oyen las voces de los muchachos y las prostitutas, buscando tierra que echarse a la boca. Yo no puedo dormir. Una impaciencia de hacer el amor con mi mar no me lo permite. La noche se hace larga y dolorosa. Mañana será otro día. Otro día azul.

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