Las cosas de Iván Federico

Átomo perdido en la llanura, que me nombró el poeta, nací sin querer y moriré sin poder evitarlo.

пятница, 14 января 2011 г.

Desierto rojo.


Capítulos 15 y 16 o el sueño del faro

No sabía cuantos días llevaba caminando. Las latas que comía me sabían todas a lo mismo. Llegué a pensar que si comiese tierra sería más agradable que volver a abrir otra lata. Estoy extremadamente cansado. He caminado durante horas a través de la arena ardiente del desierto, tengo las botas y la ilusión destrozadas y estoy cansado, cansado. 

He llegado a un sitio que parece un antiguo pueblo. Me acurruco en la esquina de dos paredes desnudas. Abro una lata. Me duermo pensando en mi mujer e Ivan, cosa dulce, hecho de lunas rojas y de besos. Me duermo feliz...

Bien, el sueño fue así:
Un faro. Un acantilado. El cielo derramando fuego púrpura sobre el mar. Cien personas con velas mirando en dirección a mi. Al principio me espanto, pues no tengo conciencia aún de estar en un sueño, pero a medida que me acerco y veo sus caras sin rostro, la luz de sus velas sin luz, voy aceptando que nada es lo que debiera ser y estoy soñando. Se apartan los portadores de velas, como fantasmas silenciosos, hacia atrás, y me dejan camino libre para acceder al faro. Sin miedo, consciente de mis pies y su destino, y de la nube que es un sueño, tan frágil, de lo pompa de jabón que es un sueño, me encamino con ellos entre las rocas, y entro en el faro. Un sonido imposible atraviesa, como un pitido, nunca oído antes por mí, que de rudo me llega a marear, de repente para y comienza a sonar "la vie en rose".
Subo las escaleras de caracol buscando a Edith Piaf.

Cuando llego arriba el faro deja de girar,  se centra en mi, me alumbra... Y explota. Por suerte hay un candil. Lo enciendo y volteo la luz inmensa que protege a los barcos.Y allí está Edith, en una radio, es una imagen bella. Oigo las olas romper contra la vie en rose, el viento se cuela por la cristalera rota silbando " Il me dit des mots d'amour, des mots de tous les jours,". Y de nuevo el sonido insultante interrumpe la escena idílica. Me tiemblan los oídos de dolor. Y de pronto para. Una voz comienza a repetir unas coordenadas y las palabras "estamos a salvo".  

De repente despierto al borde del desierto. La boca seca, como si hubiera pasado la noche comiendo arena... me viene a la cabeza Edith Piaf y salgo a caminar, después de haber bebido un largo trago de agua.



Cuando he cruzado el pequeño pueblo al borde del desierto me viene un olor a sal insoportable. Recuerdo de mi infancia por las playas, corriendo mi niñez entre las caracolas, si, es ese olor, lo distingo, cerca está el mar. No puede ser. El mar. Me da temor. No se qué pasaría con el mar tras las explosiones que nos mandaron al purgatorio, espero que no sea un residuo de muerte como todo por aquí. Mientras pienso esto acelero el paso. Cómo cuando el sol está ya bajo las nubes rojas y todo está más oscuro, después de andar unas horas. Y al caer la fría noche por fin, ante mi, a escasos metros está la bestia de la muerte, la verdadera guadaña, la señora de negro, ante mí, púrpura, como en el sueño, aparece un mar contaminago, quién sabe si eternamente... Y detrás, como en el sueño, un faro.
Camino hacia el faro. 
Cuando estoy cerca descubro gratamente, de lo contrario habría muerto de terror, que está en pie, y que no hay gente con velas esperándome. Al llegar entro. No suena un pitido, ni Edith Piaf, pero suena una voz. La misma que en el sueño, repitiendo las coordenadas, y hay un mapa cerca, con la situación en la que estoy y algunos apuntes. Comienzo a soñar con la posibildad de que alguien más sobreviviera al holocausto. Cae la noche fría y gris, la madrugada, me echo a dormir,  con la sóla compañía de esa voz en bucle...

My howl.

III

Aaah vosotros, que disfrutáis viendo al principio cómo se cercena la cabeza del condenado
pero os repugna cuando la veis en el suelo a vuestro lado borboteando sangre, ni soportáis los ojos
que os miran, detrás de la máscara del verdugo. Que al principio de la función aplaudís porque es
correcto, educado. Pero cuando debéis aplaudir dejáis las manos sobre las rodillas apoyadas, y
os quejáis, os dormís, os aburrís. Si... Aaaah vosotros, los Vosotros, que tanto y tan bien vivís
lo que llamáis vida, y vais, lo dije antes, por las calles taciturnos o acongojados, o lo que es peor,
saltando de alegría. Oh vida enjuta la vuestra. Que no habéis lamido el brazo de un señor desco-
nocido en un lavabo. Vida pequeña apretada en el traje y el buenos días nubre gris sobre mi cabeza
siempre en la boca al amanecer. Venís, miráis, y decidís, por unos cómputos de ideales, dogmas,
envenenadas palabras, sentimiento de angustia por lo ajeno, lo peculiar, lo único. Vosotros, que creíais
poder perturbar el espacio y el tiempo, todos, del primero al último y no olvidando a nadie, todos sois sombras.

Me gusta ser yo mismo porque brillo y voy hiriendo con mi brillo. Apenas comencé a descubrir que mi oscuridad tenía un reverso decidí voltearme, y ahí que brillo, porque soy luz. Vosotros sois iguales.
Tristeza me provoca saber que no lo sabéis. Vuestro lado B está callado, simplemente eso. Qué desatino
venir a donde uno brilla a provocar oscuridad. Pero no. No puede ser. No pudo ser. Diría Mario
"corazón coraza" y si... Eso, eso.

Quiero provocar una centella en cada uno de vuestros corazones apagados e invitaros a la gran bacanal de la vida, quiero instalar en contra de vuestro tiempo y vuestro espacio, un nuevo espacio, un nuevo tiempo mutable, ah si.. la metamorfosis del tiempo a mariposa y vuelta a las flores. No, no. No se si estáis preparados.
Quiero esculpir en vuestras mentes la palabra amor,
Quiero vaciar todo lo sucio del pozo oscuro y profundo que sois y somos y puede que seamos, seremos toda la vida.
Quiero ver nacer a cada uno de vosotros.
Pero no, no.

Palabras como flores.



TORRENTE

SECUOYA/SEQUOIA
ALBA

AMAPOLAS
                  

понедельник, 10 января 2011 г.

Palabras como flores.

VOLVER

Marino

Desde que el tiempo es tiempo soy marino.

Me gusta el mar, lo amo. Nos amamos. Nuestra relación es fructífera. Los dos ganamos. Cuando piso la tierra, cada vez que lo hago, mi paso suena a ausencia. Me siento infiel a cada paso. Es realmente un tormento. Sólo pienso en volver a la madera vieja del casco de mi barco moviéndose obscenamente sobre mi amante. Camino por las calles negras, grises, marrones, blancas muerto, qué palidez de tierra. Amante sucia e imperfecta. Cada pestañeo me devuelve una milésima de segundo al gran azul y espuma. Las prostitutas, esas gordas sedientas, me llaman, llevan colores verdes, perlas, las perlas me recuerdan al mar. Las prostitutas me recuerdan a la tierra. Esas sedentarias del vicio. Ellas si que están atrapadas entre cuatro esquinas. Y los muchachos, agrestes, gentiles, nobles, pervertidos, criminales, viciosos. Los muchachos también me recuerdan a la tierra. Cuando sacan su moneda perversa y la entregan a la gorda viciosa. Sólo veo un campo arado, abandonado arado, donde nada va a crecer. Llego a la Taberna del Mar. Lucio Spinetta me espera con gesto alegre. Algo quiere de mí o de mi barco. Ya me veo volviendo a mi romance. Buscando algún barco encallado que expoliar, tramando alguna pesca masiva de algún pez no muy legítimo de pescar. Mi mar... mi amor.... Lucio me despierta de mis pensamientos. Cuando me habla lo veo como un pez balbuciendo. Me dice glubglubglub blob blob. Digo que sí a todo, pido al tabernero una habitación y subo a dormir.

Mi sueño es una pesadilla, mi pesadilla es un mar seco. Toda la faz de la tierra llena de tierra seca. Ni un mal lago. Muchachos jóvenes, bellos, esbeltos, amables, deformes, horrendos, odiosos, y todas las putas gordas dan vueltas con sus ropas con olor a tierra y sus billetes con olor a tierra. Los barcos encallados van cayendo uno tras otro. Su chirrido es como mil llantos de bebé. Mi barco. Mi herramienta querida, mi extensión de mi sexo, con quien hago el amor con mi mar, está de lado y destrozado. De repente despierto. me descubro en la tierra. Me falta el movimiento, el arrullo, el tambaleo del mar. Hace años que no puedo dormir sobre suelo firme. La misma pesadilla me azota continuamente. Es tarde y Lucio me espera como un árbol plantado al pié de mi barco por la mañana. De fuera se oyen las voces de los muchachos y las prostitutas, buscando tierra que echarse a la boca. Yo no puedo dormir. Una impaciencia de hacer el amor con mi mar no me lo permite. La noche se hace larga y dolorosa. Mañana será otro día. Otro día azul.

Bendición de las cuatro paredes del cobertizo del Sr. Vílchez


"Tiempo atrás un sitio plácido eran estas esquinas que me acechan.
Conviví con mis mejores horas aquí, en plena lozanía, con pleno de-
recho. Aquí encontré y perdí mil veces el amor. Entre estas cuatro
esquinas... El mundo supo de un nuevo animal salvaje aquí. Aquí des-
tripé la conciencia del tiempo, pisé todas las esferas de los relojes,
aquí violé a Magdalena dulcemente porque ella así lo quiso y no, a-
quí después me besó y me dijo eternamente y pamplinas así. Aquí
al tiempo Magdalena se vino a vivir. Aquí me hice viejo a su lado.
Aquí cada noche violaba a la Magdalena de dieciséis años, hasta que un
día murió de vieja, durante uno de sus dieciséis años ancianos. Aquí
me quedé sólo. Aquí la casa se hizo más pequeña. Aquí la oscuridad
entró como rayos de materia negra por las ventanas. Aquí los pilares
empezaron a hablarme. Aquí me sangraron los oídos la primera noche.
Aquí me sangran ahora. Aquí Magdalena se presenta como una joven
con el sexo lleno de sangre y una sonrisa que no es sonrisa en la cara.
Aquí las voces de los relojes rotos hacen temblar mis huesos viejos.
Aquí el miedo se ha apoderado de mí. Aquí con un cuchillo me hago
heridas. Una por cada violación de Magdalena. Aquí su risa se oye
estruendosa. Aquí las paredes me aprietan, me asfixian, me hablan,
me dicen date a nosotras. Se piedra fúnebre. Quédate conmigo.

La noche es más oscura que el día oscuro. Lleno de sangre y voces
de ti, Magdalena. Mi dulce. Mi niña virgen.  Recorro estas cuatro es-
quinas como una larga distancia. Un viaje, mientras mi sangre se derra-
ma como un manantial violento. Esa vena no me servía para nada.
Ya estoy contigo, Magdalena. He llegado al final del camino..."

-El resto es ilegible a causa de la sangre - dijo el Padre Pedro.

-Aquí, bendigo estas cuatro paredes y a Magdalena y Jesús les digo:
Iros. Iros de esta casa bendita. Que los relojes del hombre vuelvan
a funcionar aquí.