No hay tiempo, no está en los relojes, los calendarios,
los cronómetros, las cronologías de nuestra historia.
No hay tiempo porque no existe el tiempo todavía.
Y como no hay tiempo hay que andar con prisas:
desnudarnos como quién está al borde de la muerte,
corriendo besarnos, amarrar nuestros sexos,
y que ríos se desborden y mares fluctúen
por nuestras culpas y gracias a nosotros.
Esta prisa, que nos ata bienatados,
no nos deja alimentarnos, respirar,
hablar con otros, sólo sernos,
desasirnos del todo lo ajeno
y deshacernos.
Diréis que si no existe el tiempo a qué la prisa.
Y es por eso la prisa, porque no existe el tiempo
pero quién sabe si mañana la mañana,
si mañana la tarde, o la noche, nos lo instala.
Quién sabe si pasado encasillamos el caos,
lo reorganizamos, decidimos: a tal hora la comida
o a tal nos desvalijamos las ropas,
a tal a tu familia o a la mía
o a cual para ir al cine
y luego a casa.
Quién sabe si nos crece en las muñecas
un palito para los minutos
un palito para los segundos
un palito para las horas,
una esfera y tempus fugit
debajo y ya la cárcel.
Prefiero irme con prisas.
Por eso cuando puedo te beso, te muerdo,
te hago el amor, violo las leyes de las verjas de tu cuerpo,
las salto, y entro en ti como una revolución,
te desarmo, te desalmo, e improviso
con una u otra parte de mi cuerpo
las maneras para pasar este tiempo sin tiempo
divirtiéndonos, riéndonos, queriéndonos y siéndonos
únicos dos que son uno sobre la sábana desordenada del mundo,
por eso cuando tu y yo somos a cualquier hora, no somos tu, ni yo, a ninguna.
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se asoman al espejo