Las cosas de Iván Federico

Átomo perdido en la llanura, que me nombró el poeta, nací sin querer y moriré sin poder evitarlo.

понедельник, 27 декабря 2010 г.

Retales de "El fauno Juan Amapola"

Fauno, de Arnold Böcklin
"El fauno Juan Amapola se enfrentó al despertar esa mañana como se despiertan las cosas, en una milésima de segundo, el rito después se extiende, pero es en esa milésima cuando ocurre que ese día van a ocurrir las cosas que van a ocurrir irremediablemente porque has despertado en esa milésima de segundo, no tres segundos arriba o cuatro abajo. En esa. Qué diferente imagino que habría sido todo tres segundos abajo o cuatro arriba. Pero se despertó en esa milésima fatal para el destino del Río y el bosque. Se aseó las patas con un chorro de un manantial cercano al Río, se limó las pezuñas con una piedra que no paraba de quejarse gruñendo, y salió a la vida, dispuesto quién sabe a qué, pues desde que comenzó a soñar con otros mundos no es el mismo Juan, suave y dulce, faunito inocente de ciento y pocos años... Era otro. Llamémosle Señor Amapola.

El Señor Amapola pasó cerca del Río, hablaba con los pájaros, los árboles, las cosas, y todas le decían que fuera a ver al Río. El Señor Amapola continuó su camino ignorando la corriente. El Río fluía casi contra su voluntad. El Señor Amapola se detuvo a hablar con el Olmo. El río fluía deseando estancarse. Se crecía entre sus piedras, que cada vez eran más impertinentes y le dolían más. El Olmo le dijo al fauno que no, y el fauno le dijo al Olmo que sí. Los dos tenían razón. El rumor de las piedras extendió la idea de que el Río un día se iba a estancar de pleno terror.  Los peces lo habían comentado ya con las ranas, y las ranas no se lo discutieron porque sabían que los peces, al menos las carpas, al menos las de este bosque, no solían hablar en vano, ni murmullar rumores falsos. Las carpas, según la forma que el Río las acariciaba, intuían que pronto sería un día fatídico. Que todo peligraría. Que inevitablemente o sin remedio el desamor mordería el nucleo vital del bosque, que se bebería la energía del Río y sus ganas de ser.

El Señor Amapola se encaminó a los límites del bosque.
El Río iba cediendo su cadencia.
El Señor Amapola puso un pié tras la linea imaginaria y luego el otro.
Entró en el nuevo mundo.
El Río perdió la mayúscula, convirtiéndose en río... Y se paró en seco..."

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